jueves, 28 de octubre de 2010

"A la memoria de mis abuelos maternos y a mis padres"

A la memoria de mis padres: Emilio y Ana Luisa, a mis abuelitos maternos.
Vivian mis abuelos en una hermosa casa campestre montada sobre pilones o pilotes, debajo casi cabia una persona parada, asi era la altura, la casa grande y espaciosa, era una casa moderna para aquella epoca, una sala grande en el centro y a ambos lados, habitaciones o cuartos, un gran portal al frente de la casa daba bajando unos escalones, a un gran jardin que mi buena tia Amelia (la unica que queda con vida en estos momentos) tenia lleno de hermosas plantas llamadas mantos y crotos, mantos y crotos de todos los colores y tipo, semejaban un arcoiris de colores, tan hermosas eran estas plantas que mi tia cultivaba con gran amor y que no dejaba que ninguno de nosotros sus sobrinos le arrancaramos ni una hojita.
La familia de mi mama era muy numerosa, pues ellos eran 11 hermanos, todos casados y con un minimo de tres hijos cada uno, aunque algunos tuvieron hasta 18.
Para mis hermanos y para mi, los domingos era el dia mas feliz de nuestras vidas, pues cada domingo al amanecer partiamos en tren hacia la Finca de mis abuelitos, ellos como cada domingo a la hora que el tren arribaba a "La Cristina" se paraban frente a la casa a esperar que nuestras siluetas se reflejaran en la distancia, pues de donde nos bajabamos hasta donde vivian mis abuelos habia que caminar bastante, pero nosotros como muchachos al fin, haciamos una competencia de haber quien llega primero y nos mandabamos a correr, hasta que caiamos en brazos de nuestros abuelos, o de nuestros tios, que siempre sonrientes nos esperaban con los brazos abiertos.
Nuestro arribo a la casa era una fiesta dominguera, eramos los unicos de la familia que viviamos en la ciudad, siempre nos esperaban porque llegabamos temprano en la manana, con platanos, boniatos (o patata americana) y yucas, asados en un fogon de carbon, que cuando las brazas ya estaban bien ardientes, entre las cenizas y las brazas se ponian las viandas a asar y luego se pelaban y acompanadas con carne de puerco frita, leche de vaca recien ordenada para nosotros, nos sentabamos a la mesa a devorar el festin, pues para nosotros eran un festin comer aquellas cosas asadas, ya que en nuestra casa, la cocina era de gas, quien alla comida viandas asadas sabe que sabor carecteristico tienen y lo ricas que son.
El dia transcurria entre travesuras y locuras, entre carreras y visitas, pues de la comelata partiamos a visitar la numerosa familia, repartida en diferentes casas por toda la finca, acto este que nos agradaba mucho a nosotros, hasta que regresabamos a la casa matriz, a almorzar o a comer.
La casa estaba rodeada de arboles frutales, mameyes, anoncillos, caimitos, ciruelas, mangos de todo tipo, pinas, fruta bomba, cerezas, guayabas, grosellas, naranjas, toronjas, y un sin fin mas, que no recuerdo sus nombres, nosotros nos subiamos a los arboles frutales a comer en el pimpollo de cada arbol las frutas, algo que mis abuelos ni mis padres nos permitian, pero que nosotros a escondidas lo haciamos.
En un costado de la casa habian unos estanques de cemento grandes como piscinas, divididos por paredes, donde las reses bebian agua cuando tenian sed y que nosotros los domingos los haciamos nuestros y nos banabamos tambien dentro de aquella agua, que nunca estaba sucia, por supuesto sin el consentimiento de mis abuelos, que eran muy escrupulosos, pero que al final lo que hacian era reirse de nuestras muchachadas.
Mis abuelos tenian caballos tambien y siempre montabamos en ellos, no podiamos competir con nuestros primos, pues ellos eran criados en el campo, mientras que nosotros en la ciudad, pero al final todos montabamos las bestias y nos ibamos a cabalgar un rato por el prado.
Otras veces, nuestro cuartel general era debajo de la casa, donde nos metiamos todos los primos y alli jugabamos a todo tipo de juegos, tambien una vez descubrimos que debajo de uno de los cuartos habia una tabla suelta y por alli nos metiamos y saliamos exactamente al cuarto donde celosamente mi tia Amelia guardaba todo tipo de golosinas y ya saben el banquete que nos dabamos.
Tambien recuerdo algo que siempre me llamo la atencion, pues no existia en la ciudad, que cuando alguien moria, se hacia un banquete, se mataba una res, o un puerco y se daba comida, se repartia queso, paniqueques, dulces, cafe, etc ahora despues de mayor me doy cuenta que estas comidas se hacian porque eran tantas las personas que asistian a los velorios y algunas vivian distantes, que de alguna manera debian darles de comer.
Mi infancia fue una infancia muy feliz, porque mi familia era una familia muy unida, que cada domingo nos esperaba con los brazos abiertos, el regreso a casa para nosotros representaba aburrimiento, pues ya en la ciudad las cosas cambiaban y todo volvia a la normalidad.
Fueron mis abuelos, dos personas muy dulces y carinosas, llenas de amor y ternura, jamas conocimos de una discusion o un problema entre ellos, o entre ninguno de mis tantos tios y tias, a mi abuelo materno le debo el haber sido una gran lectora toda mi vida, pues el leia cuanto libro cai en sus manos y asi nos trasmitio el amor hacia los libros, le debo tambien el amor a la libertad, a los seres humanos, a la patria, pues mi abuelo fue un gran patriota.
Hoy al cabo de tantisimos anos, los recuerdo afloran a mi mente y los tengo tan claros, que soy capaz de ver todo aquello que acontecio en mi infancia, como si la estuviera viviendo nuevamente.
Autora: Esther Maria Verdecia Batista

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